El Incomprendido: Brian “Huevo” Lozano
El uruguayo que llegó con etiqueta de joya y se fue sin dejar huella.
La llegada con cartel de promesa
El 9 de diciembre de 2015, el Club América anunciaba la llegada de un joven uruguayo de apenas 21 años: Brian Avelino Lozano, mediapunta del Defensor Sporting y campeón panamericano con su selección. La prensa lo presentaba como un jugador de enorme pegada y movilidad, y no pocos lo etiquetaban como “la gran joya del mercado”.
El propio Lozano aterrizó en la Ciudad de México con entusiasmo y sin complejos:
“No me va a pesar la playera. Sé que es un equipo muy grande, pero lo disfruto al máximo.”
En aquel mercado, las Águilas pagaron alrededor de 3 millones de dólares, una cifra considerable para un chico que apenas estaba dando el salto internacional. Era, sin duda, una apuesta a futuro. Pero en el América el futuro nunca espera.
Debut con destellos
Su debut llegó en la Jornada 1 del Clausura 2016, entrando de cambio contra Puebla en el Azteca. Desde ese momento dejó ver detalles técnicos que generaron ilusión: movilidad, atrevimiento, e incluso un túnel memorable en un duelo posterior contra Atlas.
La gran oportunidad le llegó en la Jornada 4, ante Pachuca. Titular por primera vez, Lozano tuvo en sus botines la chance de cambiar su destino. Un tiro libre suyo se estrelló en el travesaño cuando el partido aún estaba abierto. El América terminó goleado 4-1 y el uruguayo cargó con la etiqueta de promesa incumplida (Radio Fórmula, ESPN).
Su agente lo resumió años más tarde:
“Si esa pelota entraba, habría sacado una enorme presión. Al pegar en el poste, le sumó más presión todavía.”
En un club como América, no hay segundas oportunidades para jóvenes extranjeros que no marcan diferencia inmediata.
La pubalgia que lo frenó
Apenas unas semanas después de ese partido, Lozano sufrió pubalgia. La lesión lo dejó fuera más de un mes y prácticamente sepultó su competencia por un lugar en la plantilla. América siguió su camino y terminó campeón de Concachampions y semifinalista de liga, pero el uruguayo quedó al margen de todo.
Su entorno recuerda esa etapa con frustración:
“Llegó muy joven, muy trabajador, incluso se presentó a entrenar antes que los demás. Pero la pubalgia lo destrozó; nunca pudo mostrar el ímpetu que tenía.”
Mientras el equipo acumulaba partidos de peso, Lozano apenas sumaba entrenamientos de recuperación. El reloj corría en su contra.
La despedida sin gloria
El Clausura 2016 terminó con números crudos:
7 partidos de Liga, apenas 115 minutos jugados, 0 goles.
2 partidos en Concachampions, 0 goles.
Incluso tuvo que bajar a la Sub-20, donde marcó un gol en dos encuentros.
Demasiado poco para justificar su fichaje. El club lo colocó en la lista de transferibles. Jaguares de Chiapas lo quiso, pero no pasó los exámenes médicos por la pubalgia. Finalmente, fue prestado al Nacional de Montevideo en julio de 2016. Sin ruido, sin polémica, simplemente desapareció del radar azulcrema.
El propio Lozano reconoció tiempo después:
“Estoy tranquilo de que no me fui por rendimiento; lamentablemente no tuve la oportunidad que hubiera querido tener.”
En sus palabras queda claro: no lo corrieron por malo, sino porque nunca le dieron la cancha suficiente para probar lo contrario.
¿Fracaso o víctima del contexto?
Con perspectiva, la historia del “Huevo” Lozano en el América se puede leer de dos formas:
Fracaso rotundo: llegó con etiqueta de joya y no dejó más que un tiro libre al poste. Sus estadísticas son prácticamente invisibles.
Víctima de las circunstancias: una lesión inoportuna, la falta de paciencia de un club que exige resultados inmediatos y el peso de una camiseta que no tolera curvas de aprendizaje.
El contraste es brutal: en Santos Laguna, apenas un par de años después, Lozano explotó como figura, campeón de liga, goleador y asistente. Es decir, el talento siempre estuvo ahí. América simplemente no supo (o no quiso) esperar.
La pregunta que queda
Brian “Huevo” Lozano pasó por el Club América como un fantasma de seis meses: llegó con hype, se lesionó, no jugó y se marchó. Pero viendo lo que después consiguió en México, queda flotando la incógnita:
¿Lozano fue un mal fichaje que nunca dio la talla, o fue un incomprendido al que las Águilas le cerraron la puerta demasiado pronto?
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