EL FIN DE UNA ERA
América necesita una reinvención absoluta si quiere volver a competir
Lo lograron Baños y compañía: destruyeron el proyecto de Jardine. El amazónico tomó las piezas que en apariencia servían y armó su propio monstruo, a la Víctor Frankenstein. Y así como en la obra de Mary Shelley, aquí tampoco funcionó.
Del tricampeón solo quedan migajas y el recuerdo.
En redes sociales explotó un hartazgo contra “Jardine el timorato”, que no es otra cosa que hablar con el resultado en mano. Si Malagón corta el centro que sepultó el proyecto o Kevin despeja la pelota, se tildaría de genio absoluto al único entrenador tricampeón de la historia. Pareciera que hay que recalcarlo cada vez porque algunos creen que fue cualquier cosa.
Esto no debe interpretarse como que André es intocable. El entrenador comete errores, tiene caprichos y fetiches como todos. Pero a diferencia de otros, es un ganador, tiene sangre en las venas y su pasión es interminable.
Lo que nadie quiere reconocer es que el estilo de André demanda al menos tres factores.
GRANDES JUGADORES
Con Diego, Julián, Henry, Zendejas, Cabecita y Richard en modo prime, América se comió la liga. Despedazó a todos. Los primeros dos campeonatos demostraron que con un tremendo plantel, la liga fue de los emplumados.
El Tricampeonato fue un producto más de amígdalas que de fútbol, pero para ese entonces, ya no se tenía a Julián, Cabecita y Diego la pasó en el hospital.
Pareciera obvio, pero viendo las críticas sobre el entrenador, pareciera que se puede hacer magia con cualquier plantel.
Jardine es entrenador de buenos jugadores, no de troncos. Eso debe quedar clarísimo.
ESTADO FÍSICO IMPECABLE
El fútbol moderno demanda piernas y estado físico impecable. André es un entrenador moderno y también requiere de jugadores impecables.
De pronto, se ha encontrado con un plantel sin piernas, roto, parchado y lejos de tener un estado de forma óptimo.
PASIÓN
O amígdalas. Producto de gallina. Huevos.
Puede apostarse cualquier cosa a que la salida que más le dolió fue la de Julián, el Pantera original. El tipo desbordaba carácter, nunca rehuía a la responsabilidad de trascender.
Aquí tienes un Brian que no deja de ser jugadorcito de temporada regular porque en liguilla nunca se le ha visto. Henry dejó de existir. Fidalgo es un cero a la izquierda.
La lista es infinita. Como se dice: muchos Robins, cero Batmans.
DECEPCIONES EN CANCHA
Y hablando de responsabilidades individuales, hay jugadores que ya pasan de los dos ciclos en Coapa y que deberían perder su aura de protegidos. Aquí algunos:
BRIAN
El uruguayo tuvo gran temporada regular, pero como siempre, como en todas las liguillas, tuvo un primer partido discreto y un segundo donde ni fue considerado. Este es el genio uruguayo que la gente no se cansa de amar, aunque nunca haya demostrado ser una figura legendaria.
FIDALGO
El protegido máximo que es rey en tierra de tuertos. La obsesión del americanismo con su “europeo” tiene en un altar a un jugador decente, pero para nada indispensable. Cracks en su momento fueron Richard y Mateus como verdaderos ochos: recuperación, disparo y gol.
HENRY
Sí, el capitán, que no se quiso operar, y abandonó al equipo casi un año. Regresó, pero nadie sabe su situación real.
MALAGÓN
Sus fans le adoran, pero no es un portero que transmita seguridad. Carece de juego de pies y sus salidas son lamentables. Su mejor atributo es la reacción bajo los tres postes, pero cero liderazgo.
Galáctica decepción
MAXI
El francés llegó apenas este torneo para marcar diferencia absoluta con baile y gambeta. Empezó como locomotora, pero enfermarse en el partido de ida es imperdonable. A esta altura de la liguilla, con lo que cobra, con el rol que se supone debe cumplir, no hay excusa que valga. Para la vuelta tampoco fue considerado.
Y así podríamos seguir horas con muchos de ellos, pero estos, son los de experiencia, los que deben llevar al grupo a buen puerto, pero nada, a la hora de la verdad, ninguno respondió cuando más se les necesitaba.
Dejaron morir solo a André.
ERRORES Y ACIERTOS
Está claro que si Jardine decidiera irse (poco probable porque está convencido de que América es su sitio por ahora), nadie podría criticarle. Grandes jugadores no hay, quizá Zendejas. El estado físico es lamentable, y pasión como la suya tienen pocos.
El consenso general es que en el juego de ida se equivocó. Y sí, probablemente pudo hacer otra cosa, pero tampoco es que los once que jugaron hayan hecho mérito para salvar su actuación individual.
Para la vuelta sorprendió a propios y extraños. Doble punta que salió a la perfección. Rayados no la vio e incluso se puso 3-0 a favor, pero como siempre, milímetros quisquillosos invalidaron una anotación.
Por tanto, es fácil hablar con el resultado debajo del brazo: se equivocó por echarse atrás.
Ten por seguro, amigo lector, amiga lectora, que si hubiera buscado el gol y le anota, la queja sería: se equivocó por no echarse atrás.
Desde luego, perder contra diez es un papelón. Especialmente contra un equipo tan frío como Rayados que estaba anímicamente derrotado. Al final, todo mundo tiene su culpable favorito:
Jardine ratoneó.
Kevin no marcó.
Maxi no presionó.
Malagón no salió.
La serie se perdió en la ida al dar ventajas como Jonathan Dos Santos e Igor, dos tipos de escaso rodaje este certamen que fueron clave para el resultado adverso.
Se puede criticar a Jardine, sin duda, pero él no juega. América perdió por exceso de errores individuales. Y sí, si juegan los que juegan, es porque han arrinconado al entrenador, no hay mucho más de dónde elegir. Él los ve. Los tiene toda la semana. Pretender que como fans sabemos “quién debe jugar” es un acto de soberbia absoluta, pero no sorprende, es el sello oficial del Americanismo.
Un resultado se dictamina por un cúmulo de decisiones, que inician desde arriba, desde que Baños le da un plantel de segunda a un entrenador de primera.
De ahí se puede cuestionar lo que hace o deja de hacer el entrenador.
De ahí, se puede cuestionar lo que hacen o dejan de hacer los que juegan.
Culpables son todos. Con diversos porcentajes de responsabilidad, pero culpables todos.
LO QUE DEBERÍA, PERO NO SUCEDERÁ
Defensas: Araujo, Igor y Kevin.
Mediocampistas: Alexis, Cervantes y Jonathan.
Atacantes: Búfalo, Dávila, Javairo.
Esos, cuando menos, tendrían que irse de Coapa, pero no sucederá. América no se caracteriza por hacer limpias. Como mucho, dejarán a Igor, Araujo y Javairô y algún juvenil random como Ralph Orquín.
Es decir, tenemos nueve jugadores cobrando un dineral, causando estragos financieros y en cancha.
Este es el plantel con el que tiene que lidiar el entrenador.
Este es el plantel con el que Emilio está contento; de otra manera, incomprensible su respaldo a Baños en las últimas semanas.
América se metió en un problemón, y va a tardar en salir de él.

EL CIERRE DE UN CICLO
El tricampeonato fue magia absoluta. Un logro inigualable. Un recuerdo para toda la eternidad. El problema de Baños y sus secuaces, es que viven en una realidad alternativa donde los jugadores:
no envejecen
no pierden facultades
no cumplen ciclos
no se lesionan
no pierden motivación
Este fin abrupto pero para nada sorpresivo, fue la granada que explotó en las manos. Todos lo veían venir, no por negatividad, sino porque desde el tercer campeonato este equipo venía arrastrándose, con más ímpetu que fútbol.
En Coapa deben definir qué quieren hacer con el América.
Si quieren seguir con André, necesitan darle armas, jugadores de verdad.
América tendría que reconstruirse en base a unos pocos como Cáceres (si decide quedarse), Zendejas (el único que sigue con gasolina tras todo este tiempo) y quizá uno o dos que deseen sumarse, como Zúñiga que puso goles y corazón en este encuentro.
Por lo demás, todos son absolutamente reemplazables.
El tricampeonato se acabó hace un año. Dos torneos sin título es fracaso rotundo en América. La era dorada terminó en Monterrey, contra diez jugadores, con un plantel exhausto y una directiva que se negó a ver lo evidente. Ahora toca reconstruir desde las cenizas o aceptar años de mediocridad.
El destino del Club América está en manos del único que puede hacer algo: Emilio Azcárraga. Y la pregunta no es si se atreverá a actuar, sino si le importa lo suficiente mientras su atención está puesta en la Copa del Mundo.



